A pesar de que su pequeño dueño se desvivía por darle los mejores cuidados del mundo, la corneja no acababa de sentirse cómoda en su nuevo hogar. Una tarde, mientras el pequeño limpiaba la jaula que le servía como hogar, la corneja aprovecho que nadie la vigilaba para salir por la ventana y volar hacia el lugar en que estaba construido su nido.
Tan emocionada estaba por recobrar su libertad, que al posarse sobre su árbol, el hilo que colgaba de una de sus patas se enredó terriblemente en varias ramas. Al darse cuenta de la situación, comenzó a aletear con todas sus fuerzas, enredándose cada vez más. Prisionera en el lugar que tanto añoraba, dijo con resignación:
-¡Que tonta he sido! Por culpa de mis deseos de vivir de nuevo en libertad, voy a terminar mis días en el árbol que me vio nacer.
MORALEJA
Cuanto más grande sea lo que deseamos, mayores son los riesgos.
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